La vida de cada uno de nosotros es como el texto de un libro que lleva nuestro nombre y del cual debemos ser su principal protagonista, su figura prominente, si no queremos vernos desplazados a segundo término y aún menos, por haber desempeñado en él un papel de escasa significación.
Para lograrlo, no deberemos dejar que nuestra vida corra al azar por los resbaladizos caminos de la inconsciencia.
Al contrario, hemos de vivirla guiados siempre por nuestra inteligencia en lúcidos estados de conciencia, para que no se nos pase en blanco un solo día.
De este modo la vida se enriquece, porque nos incita a superar nuestra concepción sobre la misma.
El secreto consiste en preparar con anticipación los días futuros sembrando hoy lo que anhelamos cosechar mañana.
De ese modo gustamos ya por adelantado del placer que nos proporciona la gestación consciente del futuro nuestro.
Amigo mío —le decía en elocuentes párrafos—, todo cuanto hagamos aquí, en la tierra, tiene que ser grato a nuestro espíritu y encerrar un valor positivo para nuestra existencia.
Quiero con esto decirle que todos nuestros actos deben hallarse íntimamente relacionados entre sí, en permanente función creadora.
El inefable placer de vivir no se experimenta hasta tanto no comenzamos a mirar nuestra vida como el principal de los trabajos que debemos acometer. De ello habrá de surgir una obra de arte que nos pertenecerá eternamente; ¿y qué satisfacción podría haber más sublime que la de sentir en nosotros mismos la honra de nuestros propios méritos forjando el juicio de la posteridad?
Pongamos frente a esta proposición aleccionadora el contraste que nos ofrece la conducta egoísta del que, especulando con la abundancia, sacia sus apetitos embriagado por las pasiones que ciegan el entendimiento.
Seres de ese género son obras malogradas, como lo son todos aquellos que emprenden de continuo proyectos diferentes sin dar término a ninguno.
Párrafos seleccionados del libro ‘El Señor de Sándara’ , novela psicodinámica del autor de la Logosofía.